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Educar “con y desde el corazón”

¿Cómo educamos en nuestro colegio marianista?
Corremos el riesgo de educar más la “cabeza”
que el “corazón”,
Tenemos en cuenta más “mente” que “cuerpo”;
más “ciencia” que “arte”, más “trabajo” que vida”;
más “ejercicios” que “experiencias”,
más “contenidos” que “competencias”;
más seriedad y aburrimiento que alegría y entusiasmo.
El diagnóstico es rápido y bastante exacto.
Hoy vamos a reivindicar una educación desde un corazón que no está reñido con la razón, sino que la contiene y la transciende.
No se trata aquí de ofrecer una lista de recetas, ni un libro de reclamos y ni una serie de actividades.
No nos olvidemos que el recurso por excelencia de un colegio son los educadores y para ellos va la invitación a educar con y desde el corazón.
El corazón es mucho más que un mero músculo cardíaco.
Es verdad que nuestro cerebro sabe, pero el corazón sabe más por dónde va lo que sabe el cerebro.
No se trata de oponer el cerebro al corazón,
sino de poner a cada uno en su sitio y dar a cada cual el lugar que le corresponde.
Hoy la pedagogía, me ayuda a descubrir la sensibilidad educativa y esta me lleva a recuperar la pedagogía del corazón.
Se trataría de cuidar, las cualidades del corazón:
la escucha, la ternura, la paciencia, la apertura, el dar y el recibir, la empatía y la compasión, el acercamiento y el encuentro con el otro, la misericordia, la sintonía y la sinergia.
Nos puede ocurrir como educadores que nuestro corazón deje de sentir, deje de escuchar, y nos volvamos ciegos, sordos e insensibles… entonces nuestra vida deja de estar en sintonía con
los latidos de la felicidad y la fecundidad.
Cuando un niño o un joven pregunta lo primero que anhela no es que se le responda sino que se le escuche.
No se trata de buscar con avidez respuestas a todas las cosas. Las cosas merecen ser contempladas desde el corazón.
Aquí van algunas preguntas para no ser respondidas sino escuchadas:
¿Qué es lo que realmente hago descansar en mi mano, cuando sobre ella hago reposar mi cabeza?
¿Qué cosas guardo bajo llave?
Si la hierba no envidia a la rosa ¿por qué envidio a mi vecino?
¿Qué veo con los ojos de la prisa?
¿Qué quedará de este agobio que hoy tengo dentro de un par de años?
Y, sin duda, que podemos continuar la lista.
La creatividad es precisamente eso, el arte de interrogar las respuestas.
Es muy importante para el educador marianista mirar la vida con los ojos del corazón; es una necesidad pedagógica y también una urgencia política.
Hay que ser muy atrevidos y valientes para dejar que el corazón nos cuente lo que ve a través de los ojos.
No hay duda que hay que mirar y sentir con una mirada comprometida, generosa, salvífica y cargada de belleza.
Cuando miro con el corazón, aquello que veo se transforma, al quedar envuelto en el afecto.
En la mejor tradición del P. Chaminade encontramos una expresión muy bella y muy comprometida: “la fe del corazón”.
La Fe nos lleva a amar lo que creemos y anunciar lo que amamos.
La “grandeza y el poder de Dios” se manifiesta en el amor y la misericordia.
La grandeza del maestro, del profesor… se manifiesta en el cariño, en el aprecio, la valoración, en saber esperar los tiempos del alumno, en reconocerlo hijo de Dios y descubrir el mundo que late en su corazón.
Educar es antes que nada compartir. En la medida que comparto, educo y lo más profundo que puedo compartir es mi fe, la fe del corazón, lo que creo, lo que amo, lo que me entusiasma.
Eso aprenden y viven los alumnos y educadores de un buen colegio marianista.

P. Manuel Prieto García sm (9 de Julio. Pro. Bs.As.)
Colegio Marianista – “San Agustín” 22-12-2016